El
filósofo de cabecera en este próximo otoño es Nietzsche, que nos proporcionará, igual que lo hizo Epicuro,
buenos consejos para aplicar a nuestra vida diaria.
El Amor fati o «el amor al destino» expresa un
desafío ambicioso y radical: “el no querer que nada sea
distinto, ni en el pasado, ni en el futuro, ni por toda la eternidad. No solo
soportar lo necesario, y menos aún disimularlo –, sino amarlo”.
Nos anima, pues, a vivir con una actitud de
ilimitado amor por la vida. Concepción que emana de una visión del tiempo como Eterno Retorno. Cada instante es necesario, incluido el
sufrimiento y la pérdida, que se incluyen en el ciclo del devenir eterno de
nuestra existencia. Cuidado, pues, con
lo que negamos, despreciamos y
maldecimos porque seremos responsables de condenar nuestra propia vida a la
miseria vital. Un reto brutal y una gran responsabilidad que os invito a
conocer y espero os anime a tomaros la vida como aventura o un experimento que carece de finalidad.
(1) Nietzsche. El vitalismo
No nos
corresponde a los filósofos separar el
alma del cuerpo, como hace el vulgo, y menos aún separar el alma del espíritu.
No somos ranas pensantes, ni aparatos de objetivación y de registro sin
entrañas; hemos de parir continuamente nuestros pensamientos desde el fondo de
nuestros dolores y proporcionarles maternalmente todo lo que hay en nuestra
sangre, corazón, deseo, pasión, tormento, conciencia, destino, fatalidad. Para nosotros vivir significa estar
constantemente convirtiendo en luz y en llama todo lo que somos; e igualmente
todo lo que nos afecta; no podríamos en modo alguno hacer otra cosa. LA GAYA
CIENCIA
La vida no
se puede reducir a nada más que a la
vida en sí misma. La vida es entendida fundamentalmente en su
dimensión biológica, instintiva e irracional. La vida como creación y destrucción, como ámbito de la
alegría y el dolor. Es una
vida que se explica y tiene sentido por sí misma, sin necesidad de recurrir a
ninguna instancia sobrenatural, llámese ésta Dios, Mundo inteligible…Según
Nietzsche, la humanidad ha valorado todo lo que se opone a la vida y la moral.
En vez de disfrutar de esta vida, uno se consuela con la idea que tras la
muerte existe otra vida que nos recompensará de la terrena, lo cual supone una
negación de nuestra vida aquí y ahora.
(2) Nietzsche. La voluntad de poder: YO QUIERO
“¿Y sabéis, en
definitiva, qué es para mí «el mundo»? ¿Tendré aún que mostrároslo en mi
espejo?... Este mundo es un monstruo de fuerza, sin principio ni fin; es una
suma fija de fuerza dura como el bronce... es una fuerza que se encuentra en
todas partes, una y múltiple como un juego de fuerzas y de ondas de fuerza
perpetuamente agitadas, eternamente en cambio, en reflujo continuo, con
gigantescos años que se repiten regularmente, flujos y reflujos de sus formas,
que van desde las más simples a las más complicadas, de las más tranquilas, de
las más fijas, a las más frías, a las más ardientes, más violentas, más
contradictorias, para volver en seguida de la multiplicidad a la simplicidad...
Este es mi universo dionisíaco que se crea y se destruye perpetuamente a
sí
mismo; ese enigmático mundo de la doble voluptuosidad, éste es mi «más allá del
bien y del mal»... “¿Queréis un nombre
para este mundo? ¿Una solución para todos los enigmas? ¿Una luz también para
vosotros, los más ocultos, los más fuertes, los más impávidos, los más de media
noche? ¡Este mundo es la voluntad de poder, y nada más! ¡Y
también vosotros mismos sois esa voluntad de poder, y nada más!”
LA VOLUNTAD DE
PODER
Todas las cosas son expresión de un fondo primordial que pugna por existir y
por existir siendo más.
Tanto el mundo como el hombre son voluntad de poder de afirmación de la vida.
El mundo es un
perpetuo devenir, una pluralidad de fuerzas siempre cambiantes, que ofrecen
infinitas posibilidades de análisis e interpretación. De esta forma, también el
hombre es concebido como un conjunto de fuerzas, pasiones, deseos, razón…que
buscan crecer y desarrollarse más. Lo que encierra la voluntad de poder no es
más que un impulso conducente a lograr su propia elevación, su autoafirmación.
Se concibe como fuerza impulsora y como creación en sí misma. Creación, en
efecto, de nuevos valores, creación de una forma de vida superior.
(3) Nietzsche.
DIOS HA MUERTO
“¿No habéis oÍdo hablar de ese hombre loco
que, en pleno dÍa, encendía una linterna y echaba a correr por la plaza
pública, gritando sin cesar, “busco a Dios, busco a Dios”? Como allí había
muchos que no creían en Dios, su grito provocó la hilaridad. “Qué, ¿se ha
perdido Dios?”, decía uno. “¿Se ha perdido como un niño pequeño?”, preguntaba
otro. “¿O es que está escondido? ¿Tiene miedo de nosotros? ¿Se ha embarcado?
¿Ha emigrado?” Así gritaban y reían con gran confusión. El loco se precipitó en
medio de ellos y los traspasó con la mirada: “¿Dónde se ha ido Dios? Yo os lo
voy a decir”, les gritó. ¡Nosotros lo hemos matado, vosotros y yo! ¡Todos somos
sus asesinos
!ASÍ HABLÓ
ZARATUSTRA
El destino
de más de dos mil años del pensamiento occidental (judeocristiano) culmina con
esta frase: DIOS HA MUERTO. Siempre hemos tenido un Dios, un valor que pesa más
que la vida, que proporciona el predominio de las Ideas tristes sobre la vida,
un símbolo de angustia, de sacrificio y de sumisión a la muerte. Es la culminación, pues, del nihilismo, como
pérdida de sentido y de desorientación vital. La muerte de Dios representa una nueva época de transformación para el hombre, que se
convertirá en afirmador de la
vida y creador de sus propios valores.
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