sábado, 11 de octubre de 2014

Nietzsche para la vida cotidiana (1ª parte)



El filósofo de cabecera en este próximo otoño es Nietzsche, que nos proporcionará, igual que lo hizo Epicuro, buenos consejos para aplicar a nuestra vida diaria.

 El  Amor fati o «el amor al destino» expresa un desafío ambicioso y radical:el no querer que nada sea distinto, ni en el pasado, ni en el futuro, ni por toda la eternidad. No solo soportar lo necesario, y menos aún disimularlo –, sino amarlo”.

 Nos anima, pues, a vivir con una actitud de ilimitado amor por la vida. Concepción que emana de una visión del tiempo como Eterno Retorno.  Cada instante es necesario, incluido el sufrimiento y la pérdida, que se incluyen en el ciclo del devenir eterno de nuestra existencia. Cuidado, pues,  con lo  que negamos, despreciamos y maldecimos porque seremos responsables de condenar nuestra propia vida a la miseria vital. Un reto brutal y una gran responsabilidad que os invito a conocer y espero os anime a tomaros la vida como aventura o un experimento  que carece de finalidad.


(1)   Nietzsche. El vitalismo



No nos corresponde  a los filósofos separar el alma del cuerpo, como hace el vulgo, y menos aún separar el alma del espíritu. No somos ranas pensantes, ni aparatos de objetivación y de registro sin entrañas; hemos de parir continuamente nuestros pensamientos desde el fondo de nuestros dolores y proporcionarles maternalmente todo lo que hay en nuestra sangre, coran, deseo, pasn, tormento, conciencia, destino, fatalidad.  Para nosotros vivir significa estar constantemente convirtiendo en luz y en llama todo lo que somos; e igualmente todo lo que nos afecta; no podríamos en modo alguno hacer otra cosa. LA GAYA CIENCIA  
 La vida no se puede reducir a nada más que a la vida en sí misma. La vida es entendida fundamentalmente en su dimensión biológica, instintiva e irracional. La vida como creación y destrucción, como ámbito de la alegría y el dolor. Es una vida que se explica y tiene sentido por sí misma, sin necesidad de recurrir a ninguna instancia sobrenatural, llámese ésta Dios, Mundo inteligible…Según Nietzsche, la humanidad ha valorado todo lo que se opone a la vida y la moral. En vez de disfrutar de esta vida, uno se consuela con la idea que tras la muerte existe otra vida que nos recompensará de la terrena, lo cual supone una negación de nuestra vida aquí y ahora.   





(2)   Nietzsche. La voluntad de poder: YO QUIERO
“¿Y sabéis, en definitiva, qué es para «el mundo»? ¿Tendré aún que mostrároslo en mi espejo?... Este mundo es un monstruo de fuerza, sin principio ni fin; es una suma fija de fuerza dura como el bronce... es una fuerza que se encuentra en todas partes, una y múltiple como un juego de fuerzas y de ondas de fuerza perpetuamente agitadas, eternamente en cambio, en reflujo continuo, con gigantescos os que se repiten regularmente, flujos y reflujos de sus formas, que van desde las más simples a las más complicadas, de las más tranquilas, de las más fijas, a las más frías, a las s ardientes, s violentas, s contradictorias, para volver en seguida de la multiplicidad a la simplicidad... Este es mi universo dioniaco que se crea y se destruye perpetuamente a 
sí mismo; ese enigmático mundo de la doble voluptuosidad, éste es mi «más al del bien y del mal»... “¿Queréis un nombre para este mundo? ¿Una solucn para todos los enigmas? ¿Una luz también para vosotros, los más ocultos, los más fuertes, los más impávidos, los más de media noche? ¡Este mundo es la voluntad de poder, y nada más! ¡Y también vosotros mismos sois esa voluntad de poder, y nada más!”
  
 LA VOLUNTAD DE PODER

Todas las cosas son expresión de un fondo primordial que pugna por existir y por existir siendo más. Tanto el mundo como el hombre son voluntad de poder de afirmación de la vida. El mundo es un perpetuo devenir, una pluralidad de fuerzas siempre cambiantes, que ofrecen infinitas posibilidades de análisis e interpretación. De esta forma, también el hombre es concebido como un conjunto de fuerzas, pasiones, deseos, razón…que buscan crecer y desarrollarse más. Lo que encierra la voluntad de poder no es más que un impulso conducente a lograr su propia elevación, su autoafirmación. Se concibe como fuerza impulsora y como creación en sí misma. Creación, en efecto, de nuevos valores, creación de una forma de vida superior.



(3)   Nietzsche. DIOS HA MUERTO

¿No habéis oÍdo hablar de ese hombre loco que, en pleno dÍa, encendía una linterna y echaba a correr por la plaza pública, gritando sin cesar, “busco a Dios, busco a Dios”? Como al había muchos que no creían en Dios, su grito provo la hilaridad. “Qué, ¿se ha perdido Dios?”, dea uno. “¿Se ha perdido como un no pequo?”, preguntaba otro. “¿O es que está escondido? ¿Tiene miedo de nosotros? ¿Se ha embarcado? ¿Ha emigrado?” A gritaban y reían con gran confusn. El loco se precipi en medio de ellos y los traspa con la mirada: “¿Dónde se ha ido Dios? Yo os lo voy a decir”, les gritó. ¡Nosotros lo hemos matado, vosotros y yo! ¡Todos somos sus asesinos
!ASÍ HAB ZARATUSTRA

El destino de más de dos mil años del pensamiento occidental (judeocristiano) culmina con esta frase: DIOS HA MUERTO. Siempre hemos tenido un Dios, un valor que pesa más que la vida, que proporciona el predominio de las Ideas tristes sobre la vida, un símbolo de angustia, de sacrificio y de sumisión a la muerte.  Es la culminación, pues, del nihilismo, como pérdida de sentido y de desorientación vital. La muerte de Dios representa una nueva época de transformación para el hombre, que se convertirá en afirmador de la vida y creador de sus propios valores.