jueves, 5 de febrero de 2015

Nietzsche para la vida cotidiana (4ª parte)




(10) Nietzsche. ETERNO RETORNO: LA ETERNIDAD EN UN INSTANTE

Os invito a leer el capítulo que aparece en su obra Así habló Zaratustra titulado De la visión y el enigma, donde el mismo Zaratustra tiene una visión en la que aparece la figura de un pastor que ha sido atacado por una serpiente, y ante cuya situación, el mismo Zaratustra le anima a morder la cabeza de la serpiente:


“Un pastorcillo se retorcía en el suelo, anhelante y convulso, con la cara descompuesta: de su boca pena una gran culebra negra. ¿Había visto yo jamás tal expresión de náusea y de pavor en un solo rostro humano? Qui aquel pobre pastorcillo dormía cuando la culebra penet en su garganta y se aferró a ella, mordiendo.

Con la mano tiré del reptil, tiré y tiré -¡en vano! ¡No pude arrancarlo! Entonces se me escapó un grito: «¡Muerde, muerde!

¡Arráncale la cabeza, muérdele!», me gritaban mi horror, mi odio, mi asco y mi compasión. Todo en cuanto en mí haa, bueno y malo, gritaba en mí, con un único grito.” 
                                 


 El pastor está aterrorizado y paralizado por el asco, pero decide cortar la cabeza de la serpiente con sus propios dientes y consigue la liberación:

“Pero el pastorcillo mordió, según le aconsejó mi grito, y mordió con todas sus fuerzas. Escupió lejos de sí la cabeza de la serpiente, y se puso en pie de un salto.

Ya no un pastor, ya no un hombre -¡un transfigurado, un iluminado, reía!¡Jamás rió tanto sobre la tierra hombre alguno!

¡Oh, hermanos, yo oí una risa que no era risa de hombre!

Y ahora me devora una sed, un insaciable anhelo.

Mi anhelo de esa risa me devora. ¡Oh, cómo soporto el vivir aún! ¡Y cómo soportaría el morir ahora!”

 




El minutero de la vida. La vida se compone de unos pocos momentos aislados sumamente llenos de sentido, y de infinitos intervalos en los que, a lo sumo, se proyectan sobre nosotros las sombras de esos momentos. El amor, la primavera, una bella melodía, la montaña, la luna, el mar. Todo nos habla plenamente una sola vez al corazón, si es que todas esas cosas llegan a expresarse por entero. Pues muchas personas no conocen en absoluto ninguno de esos momentos y ellas mismas son intervalos, silencios en la sinfoa de la vida real.
                                                                                                                                                                                                                                                                            ASÍ HABLÓ ZARATRUSTRA.
 ¿Qué ocurriría si un día o una noche un demonio se deslizara furtivamente en la s solitaria de tus soledades y te dijese: «Esta vida, como tú ahora la vives y como la has vivido, debeas vivirla aún otra vez e innumerables veces, y no habrá en ella nada nuevo; sino que cada dolor y cada placer, y cada pensamiento, y cada suspiro, y cada cosa indeciblemente pequeña y grande de tu vida deberá retornar a ti, y todas en la misma secuencia y sucesión -y así también esta araña y esta luz de luna entre las ramas y así también este instante y yo mismo-. ¡La eterna clepsidra de la existencia se invierte siempre de nuevo y tú con ella, granito de polvo!?» ¿No te arrojarías al suelo, rechinando los dientes y maldiciendo al demonio que te ha hablado de esta forma? ¿O quizás has vivido una vez un instante infinito, en que tu respuesta haba sido la siguiente: «Tú eres un dios y jamás oí nada más divino»? Si ese pensamiento se apoderase de ti te haría experimentar, tal y como eres ahora, una transformación y tal vez te trituraría; la pregunta sobre cualquier cosa: «¿Quieres esto otra vez e innumerables veces más?» pesaría sobre tu obrar como el peso s grande. O también, ¿cuánto deberías amarte a ti mismo y a la vida para no desear ya otra cosa que esta última, eterna sanción, este sello?
                                                                                                                                                                                                                                             LA GAYA CIENCIA