Vivo entre dos mundos, que muchas veces percibo como incompatibles: la
religión y la ciencia. Siento que mi cuerpo está formado por dos
substancias, el alma que sería el espíritu y el cuerpo. Con el primero,
me relaciono de forma mística con el Universo y, con el segundo,
comprendo de forma empírica el mundo que me rodea.
Vivo en el mundo de Dios y vivo en el mundo sin Dios, entre el ámbito espiritual y el
físico. Creo que Dios existe, que está entre nosotros, que aunque no lo
vemos, lo podemos sentir. Es como el aire, sabemos que hay aire, pero
no se ve. Dios nos da la vida, pues, es igual que el aire, que no se ve
pero se siente. Entiendo el mundo y las concepciones del bien y del
mal, a través de las palabras de Dios, que están en la Biblia. Este
hecho me hace sentir libre y purificado y produce que todos los males
se esfumen de mi mente y de mi espíritu. Es algo inexplicable pero
cuando me comunico con Dios, de repente siento que sé qué es lo que
tengo que hacer, es como un susurro.
Por otra parte, estoy estudiando el
bachillerato científico, que me da otra concepción del mundo y del ser
humano. La ciencia describe la materia y los seres vivos. El ser humano
es un ser vivo, que se nutre, se relaciona y se reproduce.
Este año también he empezado a estudiar una asignatura nueva, que se llama filosofía. Me ha servido como puente entre estos dos mundos. En esta nueva forma de ver el mundo, he aprendido que el hombre tiene consciencia y capacidad de pensar sobre sí mismo y lo que le rodea. No todos pensamos lo mismo, no todos tenemos las mismas razones o las mismas ideas. No se puede saber la verdad definitiva. No paro de pensar en ello. En este caso, percibo como existe una ley humana natural, que contiene ideas puras, fenómenos, normas universales de vida, que desencadenan la búsqueda del bien y de la libertad. La filosofía me ha cambiado bastante y, aunque me resulta complicado compaginarlo con mi creencia absoluta en Dios, no puedo evitar cuestionarme el mundo y mis propias creencias.
Este año también he empezado a estudiar una asignatura nueva, que se llama filosofía. Me ha servido como puente entre estos dos mundos. En esta nueva forma de ver el mundo, he aprendido que el hombre tiene consciencia y capacidad de pensar sobre sí mismo y lo que le rodea. No todos pensamos lo mismo, no todos tenemos las mismas razones o las mismas ideas. No se puede saber la verdad definitiva. No paro de pensar en ello. En este caso, percibo como existe una ley humana natural, que contiene ideas puras, fenómenos, normas universales de vida, que desencadenan la búsqueda del bien y de la libertad. La filosofía me ha cambiado bastante y, aunque me resulta complicado compaginarlo con mi creencia absoluta en Dios, no puedo evitar cuestionarme el mundo y mis propias creencias.